A mayor temperatura, el oxígeno disuelto es menos soluble en agua. Esto significa que cuando el agua está demasiado caliente no habrá suficiente oxígeno en el agua. También cuando hay muchas bacterias o minerales acuáticos en el agua, forman una sobrepoblación, consumiendo el oxígeno disuelto en grandes cantidades.
Los niveles de oxígeno también pueden ser reducidos a través de la sobre-fertilización (altos contenidos de nitratos y fosfatos) por la fuga desde los campos de cultivos. Bajo de estas condiciones, el número y el tamaño de las plantas acuáticas aumenta en gran cantidad, enturbiando el agua y las plantas utilizaran todo el oxígeno disuelto disponible para respirar, causando la muerte de la fauna (peces, etc.).
Cuando las plantas mueran, llegarán a ser comida para las bacterias, las cuales tendrán alta multiplicación y usarán a su vez grandes cantidades de oxígeno, causando la muerte del medio acuático. Para evitarlo es imprescindible controlarlo en diferentes procesos, no solo agrícolas, siendo uno de los más importantes en el tratamiento de las aguas residuales, donde el oxígeno se utiliza para descomponer las sustancias orgánicas (degradación del carbono, la nitrificación y la desnitrificación en el tanque de aireación en las depuradoras) y el control preciso del aporte de oxígeno supone un ahorro muy importante y este análisis se lleva a cabo mediante oxímetros.
Otro uso es el control del contenido de oxígeno en los sistemas de agua de alimentación, que deben mantener niveles de oxígeno lo más bajo posible, a fin de minimizar el peligro de corrosión en calderas y tuberías.
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